Las novelas de Gabriel Miró pueden calificarse de líricas porque en ellas utiliza la técnica del fragmentarismo, que se ha llegado a asociar con la presencia en su obra de la estética del cubismo; hilvana escenas dispersas; recurre a elipsis; abunda en imágenes sensoriales y sinestesias; recupera la técnica de las estampas y de las tablas en una obra como el humo dormido (1919).