A Gómez Jattin le importa, de modo casi literal, internarse en sus textos, adoptar la identidad que éstos le conceden; vive el ensimismamiento, y da vueltas en torno a pasiones elementales y complejas.
“Mario Carvajal era un gran hombre, una de esas figuras que muy raramente producen los pueblos y que son como un promontorio referencia ineludible en la peregrinación de las generaciones.
Era un varón sabio y era un varón justo. Por ello los incrédulos lo respetaban, los rebeldes lo atacaban y sus amigos lo amaban.