El encanto del semidesierto. Relatos desde el corazón del África

La presencia en el África de los Misioneros de Yarumal ha sido una bendición, una escuela de vida. La cultura bíblica, como las ondas concéntricas de la piedra que se lanza al lago, ha llegado a todos los puntos de la geografía africana. La poligamia integra a los miembros de una familia y todos se preocupan por el bienestar de todos, especialmente de los niños. Con razón dicen que “se necesita una aldea para educar a un niño”.

El levirato le da sentido a la paternidad. Nadie se queda sin ser protagonista del concierto de la vida. Hacen sus ceremonias de iniciación, circuncisión y otros ritos dolorosos para educar a los jóvenes de ambos sexos en la capacidad de dar el máximo, de pensar en los demás, de sacrificarse.

Suben a la montaña para ofrecer un cordero o macho cabrío y estar en paz con el Hacedor de la vida.

Su lenguaje abunda en proverbios que usan en todo momento para dar lecciones oportunas, especialmente a niños y jóvenes. Dicen, por ejemplo: “Cuando deje de llover, no cortes la mata de plátano silvestre que te dio cobijo: otro la necesitará”. “Cuando el pájaro va por el aire, ya sabe en qué árbol se va a posar”. “No mandes carne con una hiena”. “La pequeña liebre puede guiar a un elefante”. En fin, son tantos sus proverbios y tanta su sabiduría, que se necesitaría una vida entera para conocer los secretos de su cultura.

Los africanos son maestros en el arte de la supervivencia. Las necesidades propias de los lugares áridos permiten a sus habitantes disfrutar con fruición de los más mínimos detalles, de los platos más sencillos. La vida africana es jolgorio, alegría, es danza espontánea, es desinhibición, es fortaleza física, es bondad, es compartir con el forastero. Se comparte vida -los nómadas tienen pocas cosas- para hacer más fácil el viaje.

Por todo esto, los Misioneros de Yarumal hemos sido bendecidos, y el Padre Jorge Iván ha experimentado la Providencia especial de Dios. Nacido en Yarumal, pueblo enclavado en una montaña de Antioquia, ha desarrollado su vida misionera en las sabanas semidesérticas de Kenia. De una familia numerosa recibió la capacidad de compartir con mucha gente. El testimonio misionero de su madre ha nutrido su deseo de estar con los más necesitados. El Padre Jorge combina su actividad misionera con el deporte, que practica en forma disciplinada en la topografía del semidesierto. La disciplina adquirida mediante la práctica del deporte le ha permitido organizar su tiempo para dar lo mejor de sí mismo y estar alerta para aprender día a día los valores maravillosos de la comunidad samburu con la que vive.