La visión de Bradbury es asombrosamente profética: las pantallas de televisión ocupan paredes y exhiben folletines interactivos, unos auriculares transmiten a todas horas una insípida corriente de música y noticias, en las avenidas los coches corren a 150 kilómetros por hora persiguiendo a peatones; y el cuerpo de bomberos, auxiliados por el Sabueso Mecánico, rastrea y elimina a los disidentes que conservan y leen libros.
Esta sátira de la Revolución rusa y el triunfo del estalinismo, escrita en 1945, se ha convertido por derecho propio en un hito de la cultura contemporánea y en uno de los libros más mordaces de todos los tiempos. Ante el auge de los animales de la Granja Solariega, pronto detectamos las semillas de totalitarismo en una organización aparentemente ideal; y en nuestros líderes más carismáticos, la sombra de los opresores más crueles.
Rebelión en la Granja es un examen de consciencia y una inflamada requisitoria que encuentra bellísima expresión literal en la novela de un hombre que hizo del compromiso y de la denuncia de la injusticia la norma de su existencia.