Cali precursora

“….La mañana del 26 de enero, en esa estación de lluvias, amaneció fría, con llovizna pequeña y picante. Se inició antes de las once el redoble de tambores y el desfile de cuerpos macilentos hacia la plaza principal, en medio de los rezos del padre Manuel Delgado y Narváez. Cayzedo, quizás por el frío, o porque su uniforme se componía de una capa blanca, seguramente raída por el tiempo y el mal trato, la lucía con la dignidad de quien conoce su valor y el transeúnte sentido de la suerte. Ahora perdía él la vida, pero las cosas cambiarían y la libertad se abriría espacio entre los hombres y en la geografía de ese país que amaba y que apenas estaba naciendo. En la plenitud de la vida iba a cumplir cuarenta años caminaba erguido y sereno, como lo acredita el testigo presencial general Eusebio Borrero, que antes se vio. A su lado marchaba el joven norteamericano Alexander Macaulay y los diez seleccionados por la suerte del diezmo, señores Juan Mata Rivera, Juan Tabares, Alejo Rayo, Luis López, Manuel Lazo, Bernardo Prado, Raimundo Redondo, Joaquín Cuéllar, Joaquín Esguer, Manuel Herrera, Vicente Mejía, José María Jaramillo y Narciso Lizcano. En la lista hay trece y fueron diez. Los otros tres no se supo por qué no concurrían a la cita macabra, ni tampoco quienes eran.
En la plaza los vendaron; y ante unos oídos que seguramente ya no oían, se dieron las órdenes militares con voz de mando que terminaron en la palabra fuego. Todos cayeron. Pero de un cuerpo se oían salir unos gemidos. Los soldados se acercaron al desgraciado y a pesar de algunas voces conmiserativas pidiendo que se le perdonara la vida, le propinaron el tiro de gracia, detrás del cual siguió el silencio…”