El oro de la piel

Heredero de una gran fortuna, Max Emblilint es guapo e inteligente. Ha asistido a las mejores universidades. Es allí donde conoce a Blanche Knorr, quien se lanza a sus brazos y quiere casarse con él. Él acepta, a pesar de las reticencias de los suyos, que saben bien lo que le cuesta a un hombre negro vincularse con una mujer de otra raza en estados unidos. Dos días antes del matrimonio, es emasculado y dejado por muerto en la carretera por los hermanos de su prometida. Lo que más hace sufrir a Max no es tanto haber caído en una trampa tendida por una mujer rapaz y astuta, como el no poder obtener justicia. Comienza a beber para olvidar.
Invitado a rusia, se ve involucrado, a regañadientes, en la lucha por la emancipación de su raza. El papel que le asignan lo horroriza, pero se deja convencer.
Max incitará a los caníbales de Icilolia a masacrar a sus misioneros. La reacción en cadena ocurre como se esperaba: represión brutal, seguida de indignación mundial ante tal brutalidad. “Todo lo que deseaba la política tenebrosa de sus falsos amigos”.
Pero, ¿quién paga la cuenta si no los más débiles, esos hombres negros o blancos que sueñan con justicia, con milagros? así es la amarga conclusión.