Fulgor y muerte de Joaquín Murieta

Hacia mediados del siglo pasado y durante dos décadas, el oeste de los estados unidos, particularmente la región de california, fue invadido por abigarrados y heterogéneos contingentes humanos, que provenían de todos el mundo. Los unía un mismo propósito: participar de cualquier modo de las riquezas que los placers producían sin cesar. La literatura y el cine, en especial, han dado cuenta de esta singular epopeya, de esta aventura contradictoria y fascinante.
Varios chilenos se sintieron entonces atraídos por la “fiebre del oro”. Uno de ellos, el escritor Vicente Pérez Rosales relató sus peripecias en un libro delicioso: Recuerdos del pasado. Otro, se convirtió en figura mítica: Joaquín Murieta, bandido que fuera ajusticiado en california el 23 de julio de 1853. Más de un siglo después, Pablo Neruda poeta insigne y compatriota a cabalidad de Joaquín Murieta decidió dar “testimonio del fulgor de esa vida y de la extensión de esa muerte”.
Este melodrama, ópera y pantomima a un tiempo es el espléndido resultado de tal propósito. En 1967 se estrenó en escenarios chilenos y el mismo año se publicó en Santiago. En 1974, simultáneamente con su representación porteña, la editorial losada incorpora a su catálogo donde figura la totalidad de la producción nerudiana la única obra de teatro del premio nobel de literatura 1971.