Gauguin

Este libro no pretende ser uno más de los consagrados a estudiar y a comentar el arte de Paul Gauguin, ni, caso de haberlo sido, hubiera resultado tan interesante y fascinador. El autor, partiendo de determinadas mixtificaciones sobre la personalidad de Gauguin, enfoca al artista desde una perspectiva ni crítica ni erudi-ta, sino de búsqueda de su desbordante personalidad humana. Es el hombre Gauguin y no el pintor si es que realmente son separables ambas calidades quien se proyecta ante nuestros ojos mediante una utilización excelente de materiales auto-biográficos, de modo principal la correspondencia y las confesiones del biografiado. En realidad, Lee van Dovski no hace sino aprovechar y unir estos materiales, bien suficientes para testificar acerca de todos los aspectos no siempre favorables del biografiado.
El iluminismo, el frenesí vocacional, el tesón, la ausencia de preocupaciones sociales e, incluso, familiares que para Gauguin no eran más que accidentes secundarios en su vida, no siempre revistieron formas plausibles, ni a él le importaba demasiado que lo parecieran. Soportó hambre y dificultades, arrostró la separación de los suyos y la actitud inamistosa de sus conocidos y amigos, y todo lo juzgó accesorio cotejado con el gran objetivo de su vida, el de pintar como él quisiera, y bien sabía que pintar de ese modo significaba ser un gran pintor. A los sesenta y seis años de su muerte, muchos estiman y reverencian esa su pintura, pero difícilmente serán entendidas sus causas y evolución si no completamos la media personalidad del Gauguin creador con la del Gauguin hombre, ofrecida por Van Dovski. Gauguin hombre, con lo bueno y lo malo de cualquier humano.