Huéspedes de paso

Estos “huéspedes de paso” se detienen un instante con nosotros, y las llaves que advertimos en sus manos son los grandes sueños de la adolescencia. Si africa emancipada parece a la vez aplastada y enardecida por sus aspiraciones, y si los estudiantes contestatarios corren el riesgo de quedar paralizados por las suyas, Alejandro por lo menos logró en otros tiempos llevar la vida fabulosa que imaginaba. ¿Acaso no es cierto que la juventud está hecha de una sed que la precipita a la acción? ¿y no es verdad que la acción está compuesta tanto de locura como de seriedad?
La manera en que André Malraux se interroga en este libro sobre el porvenir humano y sobre el sentido del mundo nos revela que los años no han aminorado sus primeros, nobles deseos. A pesar de su larga y rica experiencia, Malraux todavía es presa de las esperanzas más vehementes. Pero sabe distinguir la verdad de sus caricaturas y defenderse de éstas. Cuando oye a los jefes de estado negros hablar del futuro, o a los médiums revivir un pasado, o a los profesores reflexionar acerca de sus alumnos, la connivencia de Malraux con un entusiasmo en las antipodas de la tontería se muestra en estas páginas más claramente que nunca.
Sólo su voz ha cambiado un poco. Ha adquirido una curiosa transparencia. Se diría que está cerca del momento en que se nos vuelve interior y como vulnerable. Resuena en nosotros con una pureza nueva y así nos revela las inmensidades del alma, divinas y frágiles. (Jean Grosjean)