Rimas y declaraciones poéticas

Casi un siglo entero ha transcurrido desde aquella vispera de la Nochebuena de 1870 en que Gustavo Adolfo Bécquer, a los treinta y cuatro años de edad, viera interrumpida por la muerte su dolorosa existencia, y en el transcurso de estos años, mientras tantos nombres ilustres de su época pasaban al polvoriento estante de los clásicos admirados pero apenas leídos, la obra de Bécquer no ha dejado de hallar devoto eco en el corazón de sus lectores. Poeta de la sinceridad, personal como lo fueron pocos de su tiempo, fue a la vez prosista exquisito y vigoroso. Espíritu ardiente, dotado al mismo tiempo de una clarividencia casi enfermiza, mezcló en su obra fantasia y realidad e incorporó asl a la literatura española una corriente entroncada con la mejor tradición de los cuentos de Hoffmann y de Grimm o de las baladas de Rückert y de Uhland, y destinada a conservar, a través de los años, el frescor y la vigencia propio de las obras maestros.