Aunque la historia suele fechar las primeras investigaciones paleontológicas en el siglo XVIII, la verdad es otra. Tras una atenta lectura de los documentos dejados por nuestros antepasados, el autor plantea la posibilidad de que los gigantes, cíclopes y centauros que vemos dibujados en las vasijas griegas y romanas, no hubieran nacido sólo de la imaginación de los artistas, sino que tuvieran su origen en el conocimiento que nuestros antepasados tenían de la historia.