Desde tiempos antiguos un misterio desconcertaba a las más grandes mentes de la historia: ¿cómo era posible que
los fósiles de las conchas marinas hubieran llegado al interior de la tierra, a veces hasta la cima de las montañas?
Los fósiles sólo tenían sentido en un mundo que tuviera la edad suficiente para producirlos, y en el siglo XVII eran
pocas las personas capaces de concebir algo semejante.