La vida del príncipe Felipe de Edimburgo, caracterizada por la diversidad de sus dramáticos contrastes, es una de las más extraordinarias de nuestra época. Fue un niño refugiado que durmió en una caja de naranjas, lo que no le ha impedido casarse con la heredera del mayor imperio mundial.
Ha surcado las llanuras alemanas en un tanque, y el mar del norte en el puente de un patrullero; ¿sabia que al correr del tiempo atravesaría londres en la vieja y pesada carroza de la coronación? ha dormido sobre sacos de cereales en el fondo de la bodega de un mercante amarrado en el támesis; hoy, se despierta en un dormitorio ricamente tapizado, y es esposo y apoyo de una reina.