Respecto a Blaise Pascal (1623-1662), Baudelaire escribió en Las flores del mal que «tenía un abismo que se movía con él». Yera cierto: un abismo que le llevó a enfrentarse a la naturaleza humana de la forma más inmisericorde que la historia de la filosofia había conocido hasta el momento. En un tiempo marcado por un optimismo sin fisuras en la razón, Pascal, profundo conocedor de la misma, nos obligó a no apartar la vista de sus límites, a aceptarlos.