Varsovia, 1942. En los momentos más duros de la ocupación alemana, con el asedio al gueto judío, una prostituta ha sido salvajemente asesinada. Mientras un vecino visitaba el lavabo comunal de su bloque, oyó sus terribles gritos y pudo ver a través de un hueco de la desvencijada puerta cómo por la escalera bajaba alguien al que sólo puede identificar por sus ropas, el uniforme de un general alemán. Un oficial de policía de la Wehrmacht, el pertinaz mayor Grau, al que poco le importan las veleidades de los tiempos de guerra para esclarecer un caso, decide creer al testigo polaco e iniciar su pesquisa. Aquella noche sólo tres generales alemanes no tienen coartada: von Seydlitz Gabler, el nervioso general Kahlenberg, jefe directo de Grau, y el altivo y prestigiado general Tanz. Al poco, Grau es convenientemente destinado a parís,donde dos años más tarde todos vuelven a coincidir y nuevamente se produce otro asesinato similar.
Las guerras no se definen solamente en los campos de batalla. Entre bastidores tiene lugar el juego del espionaje, tan antiguo como la guerra misma. A Ricardo
Sorge, el último
gran espía solitario, le cabe un lugar en la galería de esas figuras históricas, porque contribuyó con su inteligencia a decidir el destino alemán en la segunda guerra mundial. La genialidad de su talento consistía en relacionar con asombrosa seguridad los confusos hilos de la política y tejerlos luego con la trama de su astucia.