La prosa del indio es única y soberana en los dominios de la lengua hispánica. Su corte, su estructura, su numen, aquel casticismo hipócrita; aquella limpidez helénica, aquel matizar suyo, aquella variedad en la unidad son un secreto que sólo el indio poseyó. Amoldar la palabra y el tono de la idea, con filosofía y hermosura, no es tan factible, por más recursos gramaticales que se tengan. Las ideas pueden afluir como un torrente; pero al darles la forma adecuada, la forma verdadera, el torrente se convierte en gotas.