Hacia el año 1800, la llegada de un forastero a la tranquila ciudad alemana de Weimar inevitablemente llama la atención.
Clarinda, una mujer joven y agraciada, casada con el conde Driesen, no sospecha la tempestad que levantará en su corazón la llegada de ese forastero. Para su marido, el amor consiste en componer poesías; de modo que, como dice Goethe, Clarinda necesita un amante.