Uno de los grandes clásicos de la literatura erótica europea.
“Esta es la única autobiografía femenina que pude compararse a las Confesiones de Jean-Jacques Rousseau o a las célebres Memorias de Casanova” escribe Guillaume Apollinaire en el prólogo de este libro a la edición francesa de 1913.
Lo que convierte estas Memorias en un texto digno del comentario de Apollinaire —y no es una simple narración de experiencias eróticas— es su categoría de meditación sobre las relaciones sexuales, sus represiones, sus conflictos, sus obligadas astucias, así como de reflexión sobre las costumbres sexuales en los distintos países que recorre a lo largo de estas confesiones.