Aleluya: Interpretaciones hebreas del Hallel de Pascua (Salmos 113-118)

Ya los antiguos escritores cristianos observaron que, así como los otros libros de la escritura constituyen un momento y un anuncio particular, el salterio incluye y expresa todas las palabras reveladas, y tiene relación con todos los tiempos de la historia de la salvación. De hecho no existe página en la escritura que no encuentre su eco en los salmos.
En este sentido, los salmos son también, además de una síntesis de las escrituras, un profundo comentario de éstas. Comentario eminentemente “espiritual”, donde el relato, se vuelve recuerdo en la alabanza o en el llanto; la profecía, se transforma en esperanza y súplica, y cada capítulo de las escrituras es asumido en una interpretación que las enriquece enormemente, aportando una nueva respuesta.
Uno de los vértices de este compendio de las escrituras, que es el Salterio, lo forman un grupo de salmos que se denomina con el nombre de Hallel (“alabanza”).
El término empleado de forma general se limita siempre, en la tradición hebrea, a los salmos 113-118 del texto masorético actual; éste es el Hallel por excelencia.
La dignidad peculiarísima del Hallel deriva antes que nada de su colocación litúrgica. La pascua es la que hace reverbar su luz y su gloria sobre este canto, que caracteriza un momento culminante.