Alguien con un bisturí

El lenguaje de los médicos despierta en el profano un sentimiento de misterio casi reverencial. Es una actitud psicológica que en la ficción literaria han utilizado con mucho provecho multitud de escritores. Y, ciertamente, es un lenguaje que esconde tras de su hermetismo algo esencialmente humano, ligado a los sufrimientos del alma y del cuerpo, esos tabúes cuyos “malos espíritus” el médico es el único hechicero capaz de ahuyentar.
Desde las conocidas obras de Cronin, V. Heiser y, muy principalmente, desde cuerpos y almas, de Van der Mersch, ha aparecido toda una literatura, gran parte de ella escrita por médicos de profesión, que ha sabido acaparar la atención de un amplio sector de lectores. Al igual que las narraciones policíacas, las novelas cuyo telón de fondo lo constituyen la medicina y los personajes de su mundo son casi siempre lectura sugestiva y, en ocasiones, llegan a cautivar y absorber la atención del lector hasta el final.
Alguien con un bisturí es, precisamente, una de estas últimas. Su autor es médico cirujano de profesión y el lenguaje que emplea así lo testimonia. Ello hace que el verismo y la crudeza de las situaciones cause una impresión más honda en el lector.