Amérigo y el Nuevo Mundo

Germán Arciniegas nos ofrece ue Amerigo y el nuevo mundo una excepcional aproximación humana al gran navegante, mostrando un Amerigo Vespucci (1454-1512) radicalmente distinto del que han retratado sus detractores y diferente del que dibujan sus panegiristas: inteligente, culto, ilustrado en la mejor escuela del humanismo, Vespucci llegó accidentalmente a españa y se vio envuelto en los viajes no por espíritu aventurero ni por vocación heroica. Bien al contrario, debió todo el curso de su carrera a dos condiciones fundamentales en él: una curiosidad ilimitada y la fama de ser un hombre en quien todos podían confiar. De espíritu burgués, más inclinado a las ideas que a los negocios, Vespucci es para Germán Arciniegas «el renacimiento que toma parte en el descubrimiento de américa». Su gran noticia y la razón de su gloria fue afirmar que las nuevas tierras cuyo camino había abierto Colón no eran de Asia, como creía el genovés, sino un continente nuevo «la parte de las antípodas que por mi navegación es la cuarta parte del mundo». Esta afirmación que no empañó la gran amistad entre ambos navegantes aparece recogida en dos cartas de Amerigo Vespucci que conmovieron al mundo científico, influyeron decisivamente en los primeros mapas y despertaron tal entusiasmo en un grupo de geógrafos y poetas de Lorena que surgió entre ellos la idea pronto impuesta de darle el nombre de américa al nuevo mundo.