El fantasma de Canterville y otros cuentos (puede variar la portada)

Ingenio, humor y poesía se conjugan constantemente en la obra de Oscar Wilde (Dublin, Irlanda, 1854 parís, 1900), quien, pese al cruel ensañamiento de la sociedad londinense, supo convertirse en uno de los más gloriosos escritores en lengua inglesa. Intelectualmente brillante, su condición de dandy estaba en consonancia con el esteticismo y los aires decadentistas entonces en boga. En 1890, Wilde escribió para Sarah Bernhardt la tragedia Salomé, que se estrenó con música de Richard Strauss. Entre ese año y 1895, el autor de los bellos cuentos de el fantasma de canterville (1892) se afianzó en las tablas con comedias como el abanico de lady Windermere, Una mujer sin importancia, Un marido ideal o La importancia de llamarse Ernesto. Cuando ya se hallaba en la cúspide del éxito, el marqués de Queensberry, indignado por la relación de su hijo, Alfred Douglas, con Oscar Wilde, acusó a éste de “practicar la homosexualidad”. Tras cumplir una condena de dos años de trabajos forzados, murió sumido en la miseria.