Lo humano en busca de lo humano

La vida y la obra de Witold Gombrowicz escapan a las normas y a los juicios habituales que pueden encasillar una personalidad ateniéndose a esquemas corrientes. “Aventurero, egoísta naturalmente y solitario, destinado a jugar con las armas y las fieras, Gombrowicz se mueve dentro de las contradicciones como en una libertad”, escribe el poeta francés Dominique de Roux al preparar estas conversaciones que mantuvo con el escritor pocos meses antes de su muerte en 1969. Y Gombrowicz, seguramente reconocido en su verdadera dimensión sólo en los últimos años de su vida, dice al terminar el coloquio: “Siento casi vergüenza. ¿A dónde me han conducido mis atentados contra la forma? A la forma, precisamente. La he quebrantado tanto, que sin remedio me he convertido en este escritor cuyo tema es la forma. He aquí mi forma, y mi definición. Y hoy, yo, individuo vivo, soy servidor de ese Gombrowicz oficial, que he fabricado con mis manos. No puedo hacer otra cosa sino seguir la tarea. Mis impulsos de antaño, mis torpezas, mis disonancias, toda esa inmadurez que es una prueba dolorosa… ¿qué se ha hecho todo eso? En mi vejez, la vida se me ha vuelto fácil. Navego con seguridad entre mis contradicciones, mi voz se ha hecho más firme, sí, sí, me he hecho mi agujero, desempeño mi papel, soy servidor. ¿De quién? De Gornbrowicz.”