Puro cuento

La gracia y la agudeza narrativas de Juan Gossaín se repiten en este nuevo libro con personajes conmovedores, como el solitario que se hace amigo de un pájaro de playa con el que conversa y al que trata de enseñarle a cantar, o la bella españolita trastocada desde que su ventilador da marcha atrás, o el aristócrata que renuncia a sus blasones y se muda a vivir en un banco de la plaza del pueblo, o la oficinista que se gana la lotería pero a quien su horóscopo le hace una mala jugada, hasta la no tan lejana ciencia ficción de una sociedad en la que a todo el mundo se le cobra por usar las palabras, o el cuento en el que el legendario Buck Rogers agoniza, presa de la melancolía.
Hay gente que nos atrapa con sus historias. Juan Gossaín tiene ese talento, a porrillo. No sólo por su desbordada capacidad de imaginación que se puede confundir, o ser lo mismo, que una perspicaz y sutil manera de reparar en las vidas ajenas, sino también por el uso que sabe hacer de las palabras. Fábulas o anécdotas, los relatos de puro cuento son vida y literatura puras, esa extraña argamasa de realidad y fantasía que en la sangre de Gossaín se remonta hasta los orígenes de las mil y una noches. Él mismo lo resalta cuando dice que estas historias «debo de haberlas oído o leído en alguna parte, aunque ya no recuerdo dónde, ni de boca de quién, y de todas maneras quedaron modificadas por mi forma de narrarlas, mis tergiversaciones literarias, mis personajes y el universo que he creado para ellos»