Selecciones del Swami Vivekananda (Con subrayados a resaltador)

Hay seres cuyos logros escapan a las previsiones de quienes, ansiando el desarrollo material, olvidan la evolución de principios motores de acentuada incidencia en el progreso espiritual de la humanidad.
En verdad, lo sutil implica la purificación de lo denso y ese proceso continuo e irreversible trae consigo, en la manifestación multitudinaria, reflejos revelatorios revestidos de apariencias visibles y tangibles, para que la ilusoria Ignorancia ceda el paso al conocimiento de la verdad.
El Swami Vivekananda es uno de los escogidos que supo, con devoción y total entrega a sus ideales, estampar con el pensamiento, la palabra y la obra el sello indeleble de la divinidad, en su paso por la tierra.
Sus conterencias, discursos, pláticas, poemas y epistolario constituyen la síntesis de una vida puesta al servicio de la humanidad.
Aquel 4 de julio de 1902, cuando el Swami Vivekananda, despojado de las ataduras carnales, se absorbió en el eterno e incognoscible, su mensaje comenzó a cobrar características formales de real digesto renovador.
Correspondió al Swami Pavitrananda el mérito de recopilar la mayoría de los escritos del maestro. Planificadamente fue espigando lo más representativo, auténtico y conmovedor de aquel excelso guía espiritual.
En una época en que discordias de todo tipo parecen ensañarse con este minúsculo planeta de la galaxia, la palabra del Swami Vivekananda llega hasta nosotros para pecomendarnos las virtudes esenciales que nos permitirán alcanzar la trascendencia tanto tiempo anhelada.
Tolerancia, respeto, auto-perfección, amor y paz son el cayado que nos entrega aquel erudito elegido para salvar con entereza los escarpados trechos del sendero de la vida.. Su doctrina es objetiva y cordial, y puede resumirse con sus propias palabras:
La verdad es mi dios, el universo mi patria.