Un azar del destino permitió que se recuperaran de los archivos de un castillo, escondidos como si se tratase de un tesoro, manuscritos de uno de los más singulares autores británicos. Este fabuloso hallazgo, de los más notables de este siglo, hizo posible que en 1930 se publicasen por primera vez sus diarios, hasta ahora inéditos en castellano. Calificarlos de diarios sería inexacto, pues se trata de un recorrido fascinante por el londres de la época que nos lleva de los circulos literarios y aristocráticos donde se practicaba el más refinado libertinaje, a las tabernas más infames del sordido mundo de las prostitutas.