• El beso

    Cuando Kathryn Harrison tenía seis meses, sus padres se divorciaron. Eran casi unos niños, pues el suyo había sido un encendido romance juvenil, destruido por las incertidumbres de la adolescencia, las diferencias sociales y las presiones familiares. Kathryn fue criada por sus abuelos. La niña creció obsesionada por esa bella madre adolescente, casi siempre dormida o ausente, y por ese padre al que sólo vio dos o tres veces en muchos años y que, todavía fascinado por su ex esposa, nunca hizo caso de su hija.

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