Animales enamorados. Basado en la película de Laurent Charbonnier . Fotografías de Éric Travers

¿Se enamoran los animales? el simple hecho de plantearse esta pregunta contradice la larga tradición del pensamiento occidental, que sólo ve en los animales máquinas impulsadas por los instintos. Los animales se unen sobre todo para copular, para garantizar la fecundación, la mayoría de las veces excitados por los efluvios de las feromonas o porque están sometidos al ritmo implacable de las estaciones. Los animales se emparejan durante un tiempo para procrear, pero las parejas que se forman no están unidas por el cariño. No se trata de afecto, sino de funciones que dicta la única exigencia de la reproducción.
Sin embargo, hay animales, como unas curiosas aves llamadas emperadores, que se emparejan para criar a un único polluelo, tan frágil como exigente. Ambos progenitores se dedican totalmente al imperativo de proteger y alimentar a su valioso retoño, frágil y único. Se unen no por cuestiones de sexo, sino de reproducción. Se trata de una hembra y un macho que, después de pocas y esporádicas cópulas, se reparten las tareas y se ven obligados a separarse, a alejarse por turnos para ir en busca de alimentos. La pesada necesidad de la reproducción deja poco tiempo libre para el afecto, para los sentimientos amorosos entre los progenitores. Sin embargo, después de sufrir tantas adversidades, ¿por qué algunas parejas vuelven a unirse al año siguiente?